Hay días en los que uno desea estar solo y desconectar de la realidad, adentrarse en un mundo de pensamientos sin que nadie le moleste.
En esos días me iría a muchos lugares perdidos que conozco, pero este post se lo voy a dedicar a Santa Mariña, un pequeño sitio costero escondido entre montañas y adornado con diminutas embarcaciones.
Sólo he estado una vez en este lugar y no suelo ir ahí a olvidarme de todo, pero me pareció un sitio sencillo y tranquilo donde poder sentarse a meditar.
Cada vez me gusta más perderme en sitios abandonados y poco transitados, donde poder pasear con tranquilidad y disfrutar de las cosas sencillas que nos da la vida.
Este post me salió un poco melancólico, pero a veces uno se encuentra como la barca entre la niebla, sin poder ver lo que le rodea.
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