Hacía como veinte años que no iba
de paseo por el Río Porto, en Camariñas, a pesar de tener muy buenos recuerdos
de aquella época en la que personas que ya no están fortalecían un lazo
familiar unido en la distancia.
Me gusta este río porque a pesar
de ser un lugar maravilloso sigue conservando todo su encanto, y me refiero a
encanto por la tranquilidad que se puede disfrutar.
Hoy en día todos los sitios
preciosos están bastante concurridos, así que aunque algunos piensen que Ponte
do Porto es un pueblo fantasma, realmente creo que en esa tranquilidad radica
su secreto.
Se puede caminar a lo largo del río
y disfrutar de verdes intensos, reflejos maravillosos y una tranquilidad inmensa.
Pequeñas cascadas y árboles de formas extraordinarias.
Caminos estrechos y rodeados de olor a naturaleza.
Puentes de pescadores y puentes reconstruidos después de llevárselos la corriente.
Miles de rincones con atractivos desconocidos y otros tantos por descubrir.
Las ruinas también pueden encontrarse en esta ruta por el Río Porto. Me encanta la magia de las casas abandonadas, poder imaginar su historia y la de sus habitantes.
En este caso, la casa fue habitada por una señora que vivía sola y que aunque vestía de negro riguroso, su vestimenta estaba siempre teñida de blanco debido a que se dedicaba a moler harina en su molino de agua.
Hoy solo quedan ruinas de una casa en la que un día alguien hacía una vida aislada y rodeada de naturaleza.
Así es el Río Porto, lugar de miles de historias, antiguas aguas de salmón del que ya no queda rastro, morada de sanguijuelas y lugar de baño de varias generaciones.