En invierno es bastante peligroso caminar por allí porque está húmedo y se resbala bastante, pero el color que envuelve todo es tan maravilloso y sorprendente que nos olvidamos de cualquier peligro.
Es imposible describir con palabras todo lo que la naturaleza nos ofrece en este pequeño rincón, diversas tonalidades de verdes y marrones, aguas cristalinas, ecos y ruidos del agua y la posibilidad de llevarse multitud de tropezones sin pasar desapercibido.
Se puede hacer toda una ruta caminando a lo largo del río, desde la cascada hasta la playa fluvial, a la que no fuimos por lo intransitable que estaba la zona.
Justo al lado de la cascada hay un pequeño merendero, en el que se puede descansar.
Y sino aprovechamos la naturaleza para tomarnos un kit kat.
Una vez abandonamos la zona de la cascada podemos subir al Mirador desde el que podemos observar el río y también unas espectaculares vistas del paisaje que lo rodea.
Si aún no habéis visitado este sitio, no dejeis de hacerlo, merece la pena en cualquier estación del año.