El Otoño es una de mis estaciones
preferidas, no solo porque ofrece multitud de posibilidades como recoger
manzanas, castañas o nueces; sino por la diversidad de colores que ofrece el
paisaje.
Mi última ruta fue por O Courel,
sin duda un lugar que no debemos dejar de visitar en esta época del año, ya que
lo que podemos encontrarnos siempre nos sorprende.
Es imposible describir con
palabras todo lo que nos rodea, desde el olor a naturaleza profunda hasta la
variedad de colores que inundan nuestra retina.
La ruta de Mercurín es una ruta
corta, como mucho dos horas caminando despacio; pero no por ello es una ruta
fácil. Transcurre en pendiente todo el tramo y el camino es pedregoso y con precipicio por el
lado izquierdo. Aunque no reviste peligro si se es responsable, sí aconsejo
llevar bastón, agua y caminar con cuidado para no torcerse un tobillo. Es una
zona muy aislada, por lo que en caso de accidente, no sería una zona de fácil
acceso ni con helicóptero debido a los árboles. De todas formas como nunca se
suele pensar en eso, cada aventurero asume su propio riesgo.
Según vamos subiendo nos
encontramos rodeados de verdes cálidos y grises plateados que envuelven los
árboles que rodean el camino. Aromas diferentes impregnan nuestra nariz y el
aire cada vez más puro limpia nuestros pulmones.
Estamos rodeados de simple pureza
y al mismo tiempo de algo único y casi inexistente en nuestra vida diaria.
Los amantes de la naturaleza
pueden disfrutar de todo tipo de experiencias, desde amplias vistas hasta
diversidad de especies de fauna y flora.
Yo hice la ruta a las cuatro y si
contamos que a las siete ya empieza a anochecer, el tiempo se queda un poco
justo, así que es recomendable hacerla de mañana.
Después de ascender por una zona
pedregosa, llegamos a una pendiente donde el gris plata deja paso a los ocres y
a los amarillos de intensidad dorada.
Castaños centenarios dibujan en
el suelo interminables alfombras de hojas secas, mientras los erizos de marrón
más intenso se camuflan con el paisaje ocultando bajo sus púas grandes
castañas.
Los troncos de figuras imposibles
elevan sus ramas hacia el infinito y el cielo desaparece bajo un manto dorado
que da a la zona una luz cálida.
Es imposible describir con palabras tanta belleza de la naturaleza, así que lo mejor es sentirla, disfrutarla y dejarse impregnar por un lugar único y diferente, que por suerte está en nuestra tierra.
P.D.: Cuando regresábamos en coche, mi amiga vió unas vacas pastando y dijo: " me gustaría ser vaca de O Courel por unos días" y....deseo concedido aquí tenemos a mi amiga convertida en auténtica rubia gallega por unos días jaja.